María: Hola
Pedro, ¿qué
has
hecho? Pedro: He
trabajado, como
siempre. Y
tú, ¿cómo
has
estado? María: No
me
he
sentido
muy
bien. Tuve
un
pequeño
accidente
en
el
trabajo. Pedro: ¡¿Un
accidente?! ¡¿Qué
pasó?! ¡¿Cómo
fue?! María: Yo
estaba
en
mi
oficina, como
siempre, todos
trabajaban, el
teléfono
sonaba, los
clientes
compraban, los
empelados
vendían. Todo
en
la
tienda
funcionaba
como
de
costumbre. Pedro: ¡¿Y
qué
ocurrió?! ¡¿Hubo
un
asalto?! ¡Me
asusté! María: No, no
pasó
nada
grave. Fue
así, yo
estaba
en
mi
oficina
y
me
llamó
una
vendedora, quería
hablar
conmigo
por
un
problema
urgente
con
un
cliente. Pedro: ¿Un
cliente
que
no
quería
pagar
o
que
quería
cambiar
el
producto
que
compró? María: Algo
así, como
pasaba
siempre
cuando
trabajábamos
juntos, ¿Te acuerdas? Cuando
venían
todos
los
clientes
y
reclamaban
todos
juntos
y
no
teníamos
tiempo
para
nada. No
almorzábamos, no
íbamos
al
baño, salíamos
tarde. Así. Pedro: ¿Y
qué
pasó? María: Cuando
la
vendedora
me
llamó, salí
de
la
oficina, corrí
por
las
escaleras
y
me
tropecé
con
una
caja
que
había
en
el
suelo
y
me caí. Pedro: ¡¿Te torciste un
pie, te doblaste una
mano, te
golpeaste
la
cara?! María:
Me torcí un
pie. Pedro: ¿Fuiste
al
médico? María: No
quise
ir
al
médico, había
mucho
trabajo
en
la
oficina, no
quería
preocupar
a
mi
marido
y
tenía
que
estar
con
los
niños, pero
me
ha
dolido
toda
la
semana. Pedro: ¿Y
has
pensado
ir
al
médico? María: Sí, le
pregunté
a
mi
marido, que
estudió
medicina
unos
años, y
me
dijo
que
tenía
que
ir. Pedro: Que
bueno
que
te
dijo
eso
y
que
decidiste
escucharlo. ¡Y
qué
bueno
también
que
no
fue
nada
más
grave, que
no
te
pasó
algo
peor!
PREGUNTAS:
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