(Cuento
Chimane - Grupo
indígena
de
Bolivia) Hace
muchísimo, muchísimo
tiempo, el
cielo
estaba
tan
cerca
de
la
tierra
que
de vez en cuando chocaba
con
ella
matando
a
muchos
hombres.
En
uno
de
los
pueblos
chimanes,
vivía
una
mujer
pobre
y
solitaria. Pasaba
hambre
ya
que
no
tenía
a
nadie
quien
le
ayude
en
su
o
en
cualquier
trabajo
para
conseguir
alimento.
Un
día, entre
las
hojas
del
yucal, vio
algo
brillante. ¿Qué
será? pensó
la
mujer, y
se fue
a
su
vivienda. En
la
noche
soñó
que
ese
algo
brillante
se
movía como
si
tuviera
vida. Por
la
mañana
fue
a
buscarlo
y
lo
recogió
y
envolvió
en
una
hoja
de
yuca. Lo
llamó
Ñucu y
considerándolo
desde
entonces
como
su
hijo, lo
metió
en
un
cántaro
(vasija) para
alimentarlo.
Ñucu parecía
un
gusano
blanco. A
la
semana
creció
hasta
llenar
el
cántaro.
La
mujer
tuvo
entonces
que
fabricar
uno
más
grande, y
ahí
puso
al
gusano. A
la
semana
el
cántaro
estaba
otra
vez
lleno.
A
pesar
de
su
pobreza, la
mujer
trabajaba
sólo
para
alimentar
a
Ñucu que
siempre
tenía
hambre
y
comía
mucho. A
la
tercera
semana
Ñucu dijo:
-Madrecita, me
voy
a
pescar.
A
la
noche
fue
al
río, y
al
recostarse
atravesado
sobre
éste, su
enorme
cuerpo
represó
las
aguas
y
los
peces
comenzaron
a
saltar
a
las
orillas. Al
despuntar
el
amanecer
llegó
la
mujer
y
recogió
los
pescados
en
una
canasta.
Desde
entonces
siempre
tuvo
alimento, cada
noche
iba
con
su
hijo
al
río
y
correteaba por
la
playa
agarrando
pescados
y
metiéndolos
en
su
canasta.
La
gente
comenzó
a
murmurar:
-¿Cómo
es
que
esta
vieja
tiene
ahora
tanto
pescado, si
antes
se moría de
hambre?- y
fueron
y
le
preguntaron:
-¿Cómo
tienes
ese
pescado?
La
mujer
no
les
respondía.
Pasó
el
tiempo
y
la
gente
del
lugar
comenzó
a
pasar
hambre, ya
no
había
peces
para
todos
pues
Ñucu los
tomaba.
Entonces
un
día
Ñucu le
pidió
a
su
madre:
"Madrecita, anda, diles
que
vengan aquí
a
pescar".
La
mujer
fue
y
les
dijo:
-Allá
arriba
está
Ñucu pescando. Vamos, él
nos
invitará
a
recoger
pescados
para
todos.
De
este
modo
la
gente
conoció
el
secreto
de
la
viejita. Vivieron
mucho
tiempo
sin
problemas, hasta
que
Ñucu creció
y
llegó
a
ser
tan
enorme
que
ya
no
cabía
en
el
río. Esta
vez
le
dijo
a
la
mujer:
-Madrecita, ahora
me voy. Les
he
ayudado
bastante
aquí
en
la
tierra, tú
ya
no
pasarás
hambre
pues
la
gente
te
sabrá
ayudar.
Tengo
que
ir
a
sostener
el
cielo
más
arriba
para
que
nunca
más
se vuelva a
caer.
La
viejita
se quedó muy
triste
pensando
en
la
pérdida
de
su
hijo. Ñucu
se echó entonces
de
un
extremo
a
otro
de
la
tierra
y
se elevó sosteniendo
el
cielo, hasta
la
misma
posición
en
que
está
ahora. Ante
el
lejano
cielo
azul
la
mujer
se puso a
llorar. Pero
en
la
noche, vio
a
su
hijo
brillando
allá
arriba. Era
la
Vía Láctea, y
se consoló pensando
que
todas
las
noches
podría
ver
a
su
hijo.
FIN
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