Un
hombre
de
aproximadamente
cincuenta
años, algo
gordo,
pelo
largo
y
aire
de
poeta
se acerca a
una
de
las
ventanillas en
la
Oficina
de
Empleo.
El
empelado
que
lo
recibe
le
pregunta: - ¿Quisiera
usted
lavar
trenes?
Puede
ganar
mucho
dinero
y
son
diez
horas
diarias de
trabajo. - No, gracias. No
quiero
trabajos
duros. -
Entonces
tal
vez
le
interese un
trabajo
con
menos
horas, sólo
cuatro, y
con
un
sueldo
muy
bajo, como
acomodador
en
el
cine. - No, no
me
va. Yo
deseo
un
empleo
con
sueldo
alto
y
poco
trabajo. -
Hay
muy
pocos
trabajos
como
ese, amigo. - Lo
sé, hace
treinta
años
que
busco
un
empleo
así. - ¿Y
piensa
seguir? - Sí, sí, hasta
la
edad
de
la
jubilación.
FIN
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