Algunos
padres
se enorgullecen de
sus
hijos
cuando
éstos
dan
frutos
tempranos, y
los
muestran
a
familiares
y
conocidos, e
incluso
en
el
cine
o
la
televisión.
Sin
embargo, me atrevo a
pensar
que
no
toda
precocidad es
buena. Debemos
partir
reconociendo que
hay
adultos
valientes, de
buen
corazón, o
muy
inteligentes. También
los
hay
traidores, crueles y
mediocres. En
los
niños
precoces se ven
a
veces, en
forma
anticipada, algunos
rasgos de
la
adultez.
Hay
niños
que
sobresalen por
sus
conocimientos
de
ciencia, otros
muestran
una
facilidad
desmedida para
aprender
idiomas, y
otros
ejecutan piezas
musicales
o
pintan como
verdaderos profesionales. Pero
hay
chicos
que
a
muy
temprana edad
saben
acerca
de
la
filosofía de
los
tontos
satisfechos, es
decir, su
precocidad consiste
en
hacer
propio
antes
de
tiempo, el
tono
vacío
y
formal
de
las
conversaciones
de
sala
de
espera. "Así
anda
el
mundo, Doña
Juana..." "Qué
se gana
discutiendo, Don
José..." "Hablando
se entiende
la
gente, Carlitos..."
También
imitan la
forma
de
hablar
de
noticieros y
telenovelas, haciendo
suya
esa
forma
de
expresión. Claro
está
que
muchas
personas
piensan
que
ésa
es
la
sabiduría, y
yo
digo
que
los
niños
simples
que
miran
con
incomodidad las
conversaciones
de
sus
cercanos
bien
educados, son
más
sabios. Ojalá
surjan muchos
niños
prodigio que
se apropien del
genio
con
impaciencia. Pero
para
ser
un
papanatas, me
parece
que
no
hay
apuro.
FIN
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