Un 
león 
iba 
por 
una 
montaña 
cuando 
de 
repente 
erró el 
camino, pasando 
por 
un 
lugar 
lleno 
de 
espinas. 
	Se 
le 
clavó una 
espina 
en 
la 
mano, que 
le 
causó 
tan 
terrible 
dolor, que 
no 
	pudo 
seguir 
caminando. De 
pronto 
pasó 
un 
pastor, el 
león 
se 
le 
acercó 
y 
comenzó 
a 
menear 
la 
cola, teniendo la 
mano 
alzada. El 
pastor 
	confundido 
y 
asustado 
por 
la 
presencia 
del 
león, comenzó 
a 
darle 
parte 
de 
	sus 
vacas 
para 
que 
comiese, pero 
el 
león 
no 
tenía 
hambre, sólo 
quería 
que 
le 
sacaran la 
espina 
clavada.   
	Cuando 
el 
pastor entendió lo 
que 
quería 
el 
león, le 
sacó 
la 
espina. El 
león 
se sintió mejor 
y 
lamió la 
mano 
del 
pastor, se sentó a 
su 
lado, y 
poco 
después, 
	cuando 
la 
mano 
estaba 
del 
todo 
recuperada, se fue.   Años 
más 
tarde 
el 
	pastor cometió un 
delito. Fue 
apresado 
por 
la 
justicia 
y 
sentenciado a 
ser 
	devorado por 
las 
bestias feroces. El 
león 
cayó 
en 
una 
trampa 
y 
fue 
puesto 
	también 
en 
una 
jaula 
para 
fieras.    En 
un 
anfiteatro, fue 
lanzado el 
pastor en 
la 
jaula 
de 
las 
fieras. 
	Casualmente el 
león 
a 
quien 
el 
pastor había 
ayudado 
en 
el 
pasado, estaba 
ahí. 
	Con 
gran 
furia saltó 
el 
león 
para 
arrojarse sobre 
él, pero 
cuando 
llegó 
al 
pastor, se sentó a 
su 
lado 
y 
le 
defendió 
de 
las 
demás 
fieras. 
	Este 
extraordinario espectáculo 
llenó 
de 
admiración 
a 
todo 
el 
mundo. La 
escena emocionó tanto 
al 
público 
y 
a 
las 
autoridades 
que 
se 
les 
concedió la 
libertad 
a 
ambos. 
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