Es
un
modismo
que
procede
de
Francia, del
tiempo
de
las
persecuciones
contra
los
hugonotes
seguidores
de
Calvino. En
aquellos
tiempo, la
reina
Catalina de
Médicis mandó
construir, en
las
paredes
de
sus
palacios, conductos
acústicos
secretos
que
permitían
oír
lo
que
se
hablaba
en
las
distintas
habitaciones, para
así
poder
controlar
cualquier
conspiración
en
su
contra. La
frase
las
paredes
oyen, con
el
tiempo, pasó
a
ser
utilizada
como
señal
de
advertencia
acerca
de
lo
que
se
dice
en
determinado
momento
y
lugar.
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