Augusto Monterroso (Guatemala)
(Adaptación)
Había
una
vez
un
niño
llamado
David N., cuya
puntería y
habilidad
en
el
manejo
de
la
honda
despertaba tanta
envidia
y
admiración
en
sus
amigos
de
la
vecindad y
de
la
escuela, que
veían
en
él
-y
así
lo
comentaban
entre
ellos
cuando
sus
padres
no
podían
escucharlos- un
nuevo
David.
Pasó
el
tiempo
Cansado
del
tedioso tiro
al
blanco
que
practicaba
disparando
sus
piedras
contra
latas
vacías
o
pedazos
de
botella, David descubrió
que
era
mucho
más
divertido
ejercer
contra
los
pájaros
la
habilidad
que
Dios
le
había
dado, de
modo
que
de
ahí
en
adelante
la
emprendió
con
todos
los
que
se
ponían a
su
alcance, en
especial
contra
Pardillos, Alondras, Ruiseñores
y
Jilgueros, cuyos
cuerpecitos
sangrantes
caían
suavemente sobre
la
hierba,
con
el
corazón
agitado
aún
por
el
susto
y
la
violencia
de
la
pedrada.
David corría
jubiloso
hacia
ellos
y
los
enterraba
cristianamente.
Cuando
los
padres
de
David se enteraron de
esta
costumbre
de
su
buen
hijo
se
alarmaron mucho, le
preguntaron
por
qué
hacía
aquello, y
lo
retaron por
su
conducta
en
forma
tan
áspera
y
convincente
que, con
lágrimas
en
los
ojos, él
reconoció
su
culpa, se arrepintió sincero
y
durante
mucho
tiempo
disparó
exclusivamente
sobre
los
otros
niños.
Dedicado
años
después
a
la
milicia, en
la
Segunda
Guerra
Mundial
David fue
ascendido
a
general
y
condecorado
con
las
cruces
más
altas
por
matar
él
solo
a
treinta
y
seis
hombres, y
más
tarde
degradado
y
fusilado
por
dejar
escapar
con
vida
una
Paloma
mensajera
del
enemigo.
FIN
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