Del
libro
Falsificaciones
(1966)
de
Marco
Denevi (Argentina)
Adaptación
Un
día
las
hormigas, pueblo
progresista, inventan
el
vegetal
artificial. Es
una
papilla
fría
y
con
sabor
a
hojalata. Pero
al
menos
les
ahorra
la
necesidad
de
salir
fuera
de
los
hormigueros
en
busca
de
vegetales
naturales. Así
se salvan del
fuego, del
veneno, de
las
nubes
insecticidas. Como
el
número
de
las
hormigas
es
una
cifra
que
tiende
constantemente
a
crecer, después
de
un
tiempo
hay
tantas
hormigas
bajo
tierra
que
es
necesario
ampliar
los
hormigueros. Las
galerías
se expanden,
se entrecruzan, terminan
por
confundirse
en
un
solo
Gran
Hormiguero
bajo
la
dirección
de
una
sola
Gran
Hormiga. Por
las
dudas, las
salidas
al
exterior
son
tapadas
con
cal. Se
suceden
las
generaciones. Como
nunca
han
roto
los
límites
del
Gran
Hormiguero, entran
en
el
error
de
lógica
de
pensar
que
su
Gran
Hormiguero
es
el
Gran
Universo. Pero
una
vez
una
hormiga
se
pierde por
unos
corredores, distingue
una
luz
lejana, unos
destellos,
se aproxima y
descubre
una
boca
de
salida
cuya
clausura
se
ha
desmoronado. Con
el
corazón
palpitante, la
hormiga
sale
a
la
superficie
de
la
tierra. Ve
una
mañana. Ve
un
jardín. Ve
tallos, hojas, yemas, brotes, pétalos, rocío. Ve
una
rosa
amarilla. Todos
sus
instintos
despiertan
bruscamente.
Se abalanza
sobre
las
plantas
y
empieza
a
talar, a
cortar
y
a
comer.
Come
muchísimo.
Después, decide
volver
al
Gran
Hormiguero
con
la
noticia.
Busca
a
sus
hermanas, trata
de
explicarles
lo
que
ha
visto, grita:
"Arriba...luz...jardín...hojas...verde...flores..." Las
demás
hormigas
no
comprenden
una
sola
palabra
de
aquel
lenguaje
delirante, creen
que
la
hormiga
ha
enloquecido
y
la
matan.
FIN
|